jueves, 15 de agosto de 2013

DE LO INMENSO A LA PROFUNDO

La eterna diatriba entre el victorioso placer de vivir y la sofocante derrota de existir, el sempiterno conflicto heredado por las entrañas desde las afueras de uno mismo, la lucha cuerpo a cuerpo, a través del espejo,  de tu ser contra tu ser, de tu ser contra lo desconocido. Esperanza contra desasosiego, maniqueísmo que corre desbordado por las arterias de la razón y la sinrazón, en una búsqueda perpetua a la respuesta definitiva. De lo inmenso a lo profundo. En algún lugar está la virtuosa conciencia de saber resistir.


De lo inmenso.....


I

Oscuridad


¡Oh, noche antigua de los tiempos!,
tu lóbrega oscuridad de nostálgicos recuerdos
encumbra mi adormecido espíritu de sal
a lo más profundo del deseo humano.
Y sólo tú me conoces
y me guías por mi senda de edades ciegas
con poderosos fanales de luz absoluta.
Y allí me refugio en el presente,
y allí lloro mi pasado,
y allí el mañana me atemoriza.
Pero te deseo y tú lo sabes,
porque sólo tu tez morena
apacigua mi cansado espíritu de sal.


II

Locura


Bendita seas tú, locura del alma mía
entre todos los quehaceres mundanos,
entre todas las invenciones divinas,
allá en el cielo de mi ser,
donde todo se hace libre y puro.
Y ven a mi ahora,
ayer,
mañana,
siempre.
Porque tu susurro agasaja mis entrañas
cuando me abordas con tu implacable osadía,
y me rindo a tus pies,
y duermo en tus pies.

III



Eterna burlona de la penitencia del alma.
Tú, la que da incansablemente sin apenas recibir.
Tú que te derramas sin cesar sobre el mortal
que cae en tus redes de vida.
Nunca olvidaré la mañana,
la tarde,
la noche.
Nunca olvidaré tu olor,
tu fuego,
tu sonoro silencio,
tu grito en la tierra,
tu aliento inmortal.

Perecen mis amamantados luceros
si la luz del mundo no te enseña a mi.
Y por ello mi alma se revuelve contra la certeza
de la existencia que este mundo me ofrece impávido.
Y la disputa perpetua contra la anquilosada existencia del ser
socava poco a poco la escuálida moralidad mía.
Y me muero por tu mirada de ternura,
de infinita ternura en un mar agitado.

Y tú, eterna burlona de la penitencia del alma,
regresa a mi profundidad,
que allá la impaciente espera por tu retorno
hacen del tiempo una eternidad llena de esperanza.
Y la esperanza es la asombrosa capacidad del alma
que hace del camino un aletargado paseo al atardecer,
cuando la paz te enloquece,
y ya todo se vuelve absoluto y sereno.


IV

Vida
(en agradecimiento al dios de las buenas cosas)

Impetuoso regalo de vida eterna.
Sueño encubierto de platónico deseo alocado.
De la nada apareciste como brota el agua de la roca.
De la roca surgiste como agua de manantial helado.

Si ahora tú quieres, que yo lo deseo,
llena mis venas de savia de la nueva vida,
derrámate sobre mi piel, ahógame en tu mañana..
Y no dejes que yo te toque, que sería pecado.
Y deja que yo te toque, que quiero la condenación mundana.
Y deja que me condenen por ti, amor mío.
Y deja que me embriague tu pasión desenfrenada.
Que quiero ir al infierno por ti,
para llenar sus tinieblas con la luz de tu mirada,
para decir a sus inmortales moradores que asciendan a la vida,
que nazcan de nuevo a mirar la luna que enseña tu palabra.

Ya no te quiero a mi lado, doliente soledad inerte.
No necesito tu compañía, grito quejumbroso de la pena.
Adiós a tu presencia, luz efímera de la tristeza.
Ahora es más liviano el castigo de la vida terrena.
Porque estás a mi lado, porque te tengo cerca,
Y que todo el mundo se calle que el silencio así lo ansía,
porque ahora le toca a él hablarme de ti eternamente.
Y quiero verte siempre, y quiero oírte siempre,
Y quiero hablarte siempre, y quiero sentirte siempre.

V



Siempre vuelves de regreso
por el mismo camino de dulzura,
pero yo soy pasto de la sorpresa cada día,
porque cada día sueño con volver a tocarte,
y la confirmación se hace gloria
cuando te beso tu pelo aromado.
Desde tu efímero éxodo cotidiano
yo me recojo en mis ansias,
y te sueño otra vez, allí,
en tu sonrisa celestial.
Y mientras el mundo descansa su tiempo,
tu vuelves envuelta en rocío
para que mi sedosa piel de enamorado
derrita el agua de tu cuerpo,
la que beberemos tras el amor.
Y ebrios de pasión en agua pura
dormiremos en la luz de la vela,
cuando ya nada importe.

...a lo profundo.


VI

Despedida

Días ajenos a la vida triste de mis ojos
añoro desde la atalaya de mi corazón.
Quisiera volver adelante y crearme a mi mismo
dejando a un lado la lujuriosa capacidad de dañarme.
Nada me importa porque ya no importo,
porque quedé aislado de la cordura,
porque abandonado, regreso cada día a mi ser.

Mis deseos quedaron al margen del camino que andáis,
que andamos, que caminé con despropósito.
Y derrotada mi ansia por la locura de sobrevivir al destino,
ya nunca intenté sobrevolar desde la profundidad del abismo mi pasado.

Ahora me entrego dichoso a la felicidad que descorazona el alma,
navegando entre arrecifes que chocan incesantemente sobre mi quilla.
Se abre mi espíritu en dos, luchando por siempre entre sí,
recordando lo olvidado, olvidando lo vivido, cercenando lo deseado.

Ya nada importa, porque yo no importé a la nada,
porque me olvidaron en alguna parte del río,
porque mis despojos fueron ajados por un tiempo imperecedero.

Aquí me quedo, abriendo mis ojos en la oscuridad para ver oscuridad,
para imaginar lo inimaginable y dolerme tanta ausencia acumulada.
Aquí reposa ya mi enternecida melancolía por lo que no existió jamás,
por la mentira del mundo, por mi descorazonador anhelo.

Vuelvo a la profundidad del alma a escribir epitafios descontrolados,
para no ver como crece este mundo del que me exiliaron,
del que me desterraron, del que me extrañaron.


VII

Quimera

Ha anochecido entre el frescor divino rompiendo en mi rostro,
y he dormido mi cuerpo.

Acotado por un tálamo de esparto y romero,
mi mente quiere dormir su vida en un estremecido susurro del cielo.
Extremidades acompañadas del peso del mundo
decaen entre los límites del cuerpo.

Y sueño no soñar nada
porque soñar un gesto de ensueño
despierta a mi alma la pesadilla de lo real
de lo vivido, de lo cierto.

Y mientras duermo mi cuerpo ungido
juro por mi conocimiento
que ya nunca volveré a dormir mi alma
que ya siempre estaré despierto.
Que solo encontraré mi calma
cuando sólo duerma mi cuerpo.


VIII

Desesperación

Circunvala mi estereotípica calamidad
la soga de la resentida duda que aclama el desconsuelo.
Pero quiero gritarle con mis venas encendidas
para que ahuyentada por mi iracunda soez,
devuelva mi espiritualidad a la calmosa tierra.

Oh, terrorífica mente que no descansa.
Olvídate de pensar, de sentir, de colmar la nausea con más despropósitos.
Eres fiel saeta que atraviesa la dignidad.
Eres arma arrojadiza de los infernales quebrantos.
Eres, tú eres mi peor vástago, mi inquisidora compañera.

¿No conseguiré jamás desprotegerme de tu brazo de fuego?
Nunca más volveré a alimentarte de mi corazón,
maldita razón hecha añicos.
Nunca.

Deja de sobrevolar mis anhelos,
De pintarlos en grises tonalidades que los hacen silencio.
Deja que yo me acuerde de ellos y ría.
Déjame, alma mía, te lo ruego.


Lloviznosa entre soleadas quimeras aparece,
y sabiendo perturbar mi disciplinada paciencia
arremete como si nada contra la cándida esperanza.

Duros golpes franquean aquí y allá mi rostro
ensangrentándolo con el arrepentimiento y la libertad truncada.
Duros golpes sondando la vida única que derrocho.
Duros golpes pertrechan el olvido que hago de mí.

¿Y la sonrisa, cabe ella en todo esto?
Vacilona surge de mi boca pero me río de la sonrisa,
de su inocente banalidad para engañarme,
de su absurda y efímera autocomplacencia.

Locura encastrada en el corazón,
devorando a poco el todo de mi nada,
destrozando inmisericorde la juventud que ya se fue.
Locura del alma mía, locura.

XIX

Contemplación

Semicírculo en la ventana de esta humilde habitación
muestra cómo es el exterior sin ti.
Verde, rojo y amarillo. El azul ya es gris.

Rayo de sol mortecino que atraviesa el cristal,
rumbo a mi pecho ausente,
no encuentra más que la nada.

Huérfano de ti se derrumba el cielo entre lágrimas,
porque no se soporta el horizonte si el hálito tuyo.

Pesimismo entre mis venas,
sangre a borbotones de mis ojos,
crueldad sin fin entre la  marabunta de gente.
¡Oh Dios mío! ¿Cuándo acaban las condenas
que impones, que determinas al azaroso destino?
Olvídate de mí, que yo lo haré contigo.

X

Final

Luz que agoniza en mi vela desprotegida
señala el fin de la hora exacta.
Adiós grita encerrado en mi cuerpo,
mi corazón desilusionado.

Antes provisto de una lanza de acero
mi cuerpo cae atravesado al suelo por el tiempo.
Espada en ristre defiende sus dominios
antes que la locura derrote al miedo.
Pero ya no hay tiempo,
se ha extinguido el campo de batalla,
se ha desnudado a los muertos.

Una cigüeña alada busca entre los estertores del milenio
a su hijo desprotegido en el cesto.
¡Se lo llevó la mentira!
le gritaron los muertos.

La estéril nimiedad del conflicto interno
desborda la carestía de la supervivencia en el cielo.
Y allí están mis ojos, buscando un aliado fiel.
Otra mentira para mi bolsa,
otra muerte para mi muerto.


Texto publicado en la obra "Pilar de las Indias. 20 autores de Zalamea la Real"

No hay comentarios:

Publicar un comentario